lunes, 21 de marzo de 2011

La Ranita Sorda

Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por muertas.

Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían que esos esfuerzos serían inútiles.

Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra continuo saltando con tanto esfuerzo como le era posible.

La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo.

Las otras le preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?”

La ranita les explicó que era sorda, y creía que las demás la estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco.
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Las Tres Rejas

El joven discípulo de un filósofo sabio llegó a casa de este y le dijo:
- Maestro, un amigo suyo estuvo hablando de usted con malevolencia.
- ¡Espera! – lo interrumpió el filósofo –
- ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
- ¿Las tres rejas?
- Sí. La primera es la reja de la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
- No; lo oí comentar a unos vecinos.
- Entonces al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Esto que deseas decirme, ¿Es bueno para alguien?
- No, en realidad no. Al contrario…
- ¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
- A decir verdad, no.
- Entonces, - dijo el sabio sonriendo – si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

Por eso hagamos lo mismo con aquellas cosas pasadas que muchas veces nos torturan, sepultémoslas en el olvido, porque El Señor ya hizo lo mismo.



No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
FILIPENSES 3:12-14

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