Un guerrero indio encontró un huevo de águila en la cima de una montaña, y lo puso junto con los huevos que iban a ser empollados por una gallina. Cuando el tiempo llegó, los pollitos salieron del cascarón, y el aguilucho también.
Después de un tiempo, aprendió a cacarear, a escarbar la tierra, a buscar lombrices y a subir a las ramas más bajas de los árboles, exactamente como toda gallina. Su vida transcurrió en la conciencia de que era una gallina.
Un día, ya vieja el águila,
estaba mirando hacia arriba y tuvo una visión magnífica. Un pájaro majestuoso
volaba en el cielo abierto como si no necesitase hacer el más mínimo esfuerzo.
Impresionada, se volvió hacia la gallina más próxima y le preguntó: ¿Qué pájaro
es aquel?
La
gallina miró hacia arriba y respondió:
¡Ah,
es el águila dorada, reina de los cielos!
Pero
no pienses en ella: Tu y yo somos de aquí abajo.
El
águila no miró hacia arriba nunca más y murió en la conciencia de que era una
gallina, pues así había sido tratada siempre.
¡Mira
en tu interior! ¿Hasta cuando vas a permitir seguir siendo lo que Dios no ha
diseñado para ti?
Vas
a seguir dejando que los pensamientos negativistas y llenos de complejos sigan
determinando lo que seas en esta vida.
Ya
es hora de sacudirte de todas las falsas ideas que te inculcaron de pequeño y
abandonarlas, para acoger todo lo que Dios tiene para ti.
¡TU ERES UN ÁGUILA – NO UNA GALLINA!
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